5.12.10

Cubríanme con una mortaja negra en un lecho de tejo. Escanciábanme vino azul, mezclado con amargura

El hombre azul vio su reflejo en el espejo de agua: bebía cansinamente a orillas del lago, bebía, rodeado de arbustos y pequeños ojos que le observaban. No había tiempo ni camino, ni nombres ni espera, sólo el lago en la espesura de un bosque. El hombre arrodillado que veía a su reflejo beber cansinamente a orillas del lago escuchó palabras, rumores sordos y murmullos insomnes. Lloró. El hombre azul sorbió sus lágrimas al mezclarse con el agua. Calló y tuvo miedo: 

miedo de la ira de un dios inclemente,
vino azul mezclado con amargura,
cada noche, cada orilla, cada llanto,
cada ocaso, cada alba, cada instante
miedo de dios mezclado con tristeza,
vino azul mezclado con amargura

Se descalzó, echó lejos su abrigo y se desnudó totalmente:

"perdemos el sentido cuando los senderos se bifurcan, cuando el caliz se derrama en las sombras"

dijo mientras sus pies tocaban el agua y los lirios cedían ante su andar. El hombre azul se adentró en las plácidas aguas, sumergió un cuerpo que no era joven y tampoco viejo.

El hombre habló, con la boca anegada de musgo, el hombre aulló y de su boca sólo manaba tristeza:

“permite que las aguas laven mis ojos, deja que la noche desgarre mi garganta”

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